El fútbol tiene muy mala leche con el Rayo

Hay que ser malo, malísimo. El fútbol se aprovechó del Rayo en una noche que tardará en olvidar. Lo que ocurrió, un crimen para los vallecanos, sólo lo explica lo que define a este deporte: fútbol. Los de Paco perdieron en el último segundo un partido que debieron ganar. Ni se quedaron con lo mínimo, un empate que valía de poco. El gol de Ivanschitz dejó desolado el barrio de Vallecas.

El Levante de Caparrós se salió con la suya, pero no estaba en sus planes hacerlo de esa forma tan cruel. Los granotas no tuvieron ni tiempo de saber lo que se siente cuando se pasa del infierno al cielo. Hasta que Ivanschitz no marcó el 1-2, el Levante seguía agobiado. El tanto fue una liberación futbolística radical.

El Rayo perdió cuando ya sólo jugaba con una portería. Tenía enfilado el marco de Keylor Navas y el tanto debía ser una consecuencia natural de lo que estaba pasando. En la última jugada se dio cuenta de que esto no había acabado. No sólo no pudo atacar a su rival sino que le atacaron a él y perdió el combate sin consuelo alguno.

¿Quién estaba con diez?
Los locales habían transformado el partido. El Levante ganaba 0-1 y contaron uno más cuando Lass perdió los papeles y le soltó una patada a Xumetra. El inocente chaval vio la roja directa y aparantó que ese color se lo pintaron al Levante, que pareció ser en esa última media hora el que tenía uno menos. El Rayo empató por medio de Larrivey y se lanzó a por la victoria como si no hubiese mañana. Fue increíble que no llegase. El fútbol no está escrito en ningún papel.

Paco Jémez comenzó colocando a Bueno como hombre más adelantado, evitando las referencias para el Levante. Caparrós salió a lo que salió. No era ningún invento. Era el equipo de JIM y Rubén abrió el marcador en la única que tuvieron los visitantes antes del descanso. Fue un ataque directo sin dejar huella alguna.

Sentimientos muy fuertes
El Rayo perdió a Falqué a los cinco minutos (entró el canterano Adrián Embarba y luego fue el tercer sustituido), pero siempre tuvo a Bueno y Trashorras, que ensancharon su espalda en las malas y en las buenas. También Nacho. Los tres tiraron del equipo cuando no había sitio para andar y cuando aquello parecía una autopista.

Al final, el partido le tenía preparado al Rayo un final dramático. Quiso ganar tanto, que perdió. Los sentimientos estaban a flor de piel y Vallecas lloró tanto por querer sonreír demasiado. Tiene mérito de todos modos. La felicidad, o eso dicen, está más cerca de los que hablan con el corazón. Otra cosa es lo que pensará el fútbol.